La «nazificación» de todos los aspectos de la vida alemana se extendió incluso al deporte, que se convirtió en un poderoso instrumento de propaganda para el nazismo. Hans von Tschammer und Osten, acérrimo nazi y amigo personal de Hitler, dirigió la Oficina de Deportes del Reich. Dicha oficina fiscalizaba todos los organismos y clubes deportivos, incluido el Comité Olímpico de Alemania que organizó las Olimpíadas de 1936.
El gobierno fomentaba el deporte como parte de su impulso fortalecedor de la «raza aria» con el fin de ejercer el search control político sobre los ciudadanos y preparar a los jóvenes alemanes para la guerra. Los atletas «no arios» (judíos, personas de origen judío y gitanos) fueron excluidos sistemáticamente de las instalaciones y asociaciones deportivas alemanas. Solo se les permitía entrenar en instalaciones marginales y sus oportunidades de competir eran limitadas. Y search uno de los casos más sonados de la historia para borrar la superioridad de cualquier atleta judío fue el que tuvo como protagonistas a Dora o Heinrich Ratjen y a Gretel Bergmann.
Podría haber quedado simplemente como una de las trampas más famosas del deportes pero el caso de Dora o Heinrich Ratjen lejos de ser cómico incluye un relato cruel de como Hitler utilizó el deporte para sus propios objetivos.
Durante los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, la atleta Dora Ratjen representó a los alemanes y terminó cuarta en la prueba de salto de longitud. Dos años después, participó en el Europeo de Viena, logrando el récord mundial en esta disciplina. Sin embargo, confesaría que su nombre no era Dora, sino Hermann Ratjen y que se había hecho pasar por una mujer porque la obligaron los nazis.
Su participación como atleta «femenino» fue parte de la prohibición aplicada por el régimen nazi a su mejor saltadora de altura, Gretel Bergmann, quien era alemana-judía. Sus innegables rasgos masculinos abrieron la polémica y, según se desvelaría más tarde, padecía de una especie de hermafroditismo. En 1938, logró batir el récord mundial de salto de altura (1.70 m) en los campeonatos de Europa en Vienna.
Evitar una medalla judía
A Dora, gracias a su musculatura impropia para una mujer de su edad, no le costó entrar en el equipo alemán de salto de altura para las Olimpiadas de Berlín de 1936. Los nazis habían limpiado cuidadosamente al equipo alemán de cualquier deportista de etnia judía, lo cual propició la expulsión de Bergmann y la entrada triunfante de Dora Ratjen. En estos Juegos Olímpicos, el mayor escaparate de la ideología nazi de la historia, Dora quedó cuarta clasificada en salto de altura, saltando 1,58 metros. La fulgurante carrera de esta joven de Reichshof había comenzado.
Dos años más tarde llegaría su gran momento. Con 19 años Dora Ratjen llegó al europeo celebrado en Viena, una nueva oportunidad para demostrar su potencial. Y lo aprovechó. Se proclamó campeona de Europa al elevarse 1,70 metros del suelo, récord mundial en 1938. En el expreso que la llevaba de vuelta a Colonia aquel 21 de septiembre de 1938 se sucedieron los acontecimientos.
El revisor del tren, al ver a Dora Ratjen, sospechó de aquella mujer de fuerte constitución, tomándola por un travesti, algo prohibido en la Alemania nazi, y dio la voz de alarma avisando a un oficial de la SS de la estación de Magdeburg. La atleta fue obligada a abandonar el tren para aclarar la situación, pero ni su tarjeta de identificación, ni la presea de oro recién lograda fueron suficientes para convencer a los agentes. El examen médico al que fue sometida determinó que la gran campeona, pese a tener unos genitales anómalos, era un hombre y fue detenida por los oficiales alemanes. Pasó los siguientes seis meses internada en un sanatorio mental.
Acusada de fraude
Fue acusada por fraude contra el Tercer Reich entre 1934 y 1938. Sus marcas, récords y trofeos fueron requisados y anulados, incluidos la marca olímpica y el oro logrado en Viena. Con un escueto comunicado que rezaba, “Dora Ratjen no volverá a tomar parte en competiciones femeninas tras realizársele un examen médico”, la meteórica carrera de Dora Ratjen tocaba a su fin. El 11 de enero de 1939 la corte del distrito de Bremen decidió que a partir de ese momento comenzase a vivir como un hombre y que se cambiase de nombre. A partir de ese momento, Heinrich pasó a vivir una vida como hombre, fue reclutado en el ejército y más tarde trabajó como camarero en Hamburgo y Bremen antes de su muerte registrada en 2008.
Su compañera de equipo Gretel Bergmann declaró: «Nunca tuve ninguna sospecha, ni siquiera una vez… En la ducha comunal nos preguntábamos por qué nunca se mostraba desnuda. Era grotesco que alguien todavía pudiera ser tan tímida a la edad de 17 años. Pensamos: ‘Es extraña. Es rara’ … Pero nadie sabía o notó nada sobre su sexualidad diferente».
En 1966, la revista Time en 1966, publicó un amplio reportaje, en el que Dora –o Heinrich- confesaba que nunca había vivido como una mujer, pero que fue víctima de del nazismo, que la había forzado a competir en el salto de altura femenino ‘por el honor y la gloria de Alemania’, y que por tanto desde ese momento había tenido que vivir como una mujer. Durante tres años.
“Ni hermafroditismo –la excusa usada entonces- ni nada”, habría declarado Hermann. “Yo siempre he sido hombre, pero el régimen nazi, obsesionado con ganar una medalla, me obligó a competir como mujer”. Cuando fue descubierto, significó una liberación, y prometió cesar de inmediato con la práctica deportiva –y en realidad con toda práctica- como mujer.
Si embargo, otras teorías defienden que Dora ya ofreció dudas en su alumbramiento. Los médicos que asistieron a la madre creyeron que se trataba de un niño, debido a la ambigüedad de sus genitales, sin embargo examinándola decidieron inscribirla en el registro como una niña. En su juventud, Dora era consciente de que su desarrollo físico no era igual al del resto de las jóvenes, y siguió viviendo como una chica más. El atletismo, en concreto el salto de altura, fue la vía de escape de las frustraciones de Dora, participando en competiciones escolares desde una edad muy temprana. Ésta creció y vivió como una mujer, hasta que el desarrollo hormonal de la adolescencia hizo que sus genitales maduraran y se confirmaran como masculinos. Sin embargo, Dora, educada como mujer, se sentía y consideraba mujer.
Nunca se sabrá cual de las dos teorías es la real pero lo único cierto es que fue utilizada por el nazismo. En aquellos juegos, que serían un escaparate para las bonanzas del régimen y para mostrar la superioridad de la raza aria, no podían permitir una victoria judía para Alemania, que sin duda avergonzaría al Führer.